miércoles, 8 de junio de 2011

Placer culpable: Pretty Woman Por Elena Mellado, alumna del curso de Crítica, Análisis Cinematográfico y Teoría del Cine


Edward: – ¿Qué ocurrió cuando el Príncipe subió a la torre y la rescató?

Vivian: – Que ella le rescató a él.

Bruno Bettelheim, en su obra Psicoanálisis de los cuentos de hadas nos explica que los cuentos populares son alimentos para los niños porque estimulan su fantasía y cumplen una función terapéutica al reflejar sus experiencias, pensamientos y sentimientos.

A través de los siglos, y al ser repetidos una y otra vez, los cuentos se han ido refinando y han llegado a transmitir, al mismo tiempo, sentidos evidentes y ocultos; han llegado a dirigirse simultáneamente a todos los niveles de la personalidad humana y a expresarse de un modo que alcanza la mente no educada del niño, así como la del adulto sofisticado.

Quizá ahí radique el éxito de Pretty Woman (Garry Marshall, 1990). Pocos pensaron que el cuento de La Cenicienta adaptado a una prostituta llegaría a ser el paradigma del éxito comercial del cine moderno. Pretty Woman arrasó en todos los cines, encumbró a su pareja protagonista, Julia Roberts y Richard Gere, y se convirtió en la película preferida de miles de jóvenes de todo el mundo.

¿Cuál es el secreto? Érase una vez un cuento.

Vivian es prostituta y al mismo tiempo es la “virgen” que de niña soñaba con ser rescatada de su madrastra; Edward un gran empresario neoyorkino conquistador de bellas mujeres.

Sin hacer nada especial para que el milagro ocurra, como en el cuento de La Cenicienta, Vivian tiene una oportunidad. Así, también sufre esa metamorfosis que se manifiesta en la secuencia central de la película en la que se va compras. Mientras suena el tema musical de Roy Orbinson, la protagonista se convierte la Cenicienta, pasando de ser el objeto del deseo al fetiche deseable; superando los desprecios de sus hermanastras, las dependientas de boutiques, y ayudada por su hada madrina, el director del Beverly Wilshire.

El relato conduce a Edward a formar parte de un escenario heroico de cuento de hadas en la escena final del beso en la escalera. Él es capaz de superar su miedo a las alturas y salvar a la mujer elegida para amarla con esa clase de amor que, como decía Freud, al no exigir "igualdad", "rompe los lazos colectivos de la raza, la nacionalidad y la clase social y lleva así a cabo una importantísima labor de civilización.

Y así, Pretty Woman consigue seducir público a través del ensueño, situando al espectador sentado con las piernas cruzadas frente al fuego, escuchando atentamente:

Bienvenidos a Hollywood ¿Cuál es sueño?

Todo el mundo viene aquí, esto es Hollywood. Tierra de sueños:

unos se hacen realidad y otros no, pero sigan soñando.

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