martes, 14 de junio de 2011

Placer culpable: Las Tortugas Ninja.Un texto de Pablo Lopérgolo


Placer culpable: Las Tortugas Ninja. (Steve Barron, 1990)

Un texto de Pablo Lopérgolo Ortiz


En una de las primeras secuencias del film, vemos a una de las tortugas salir de un cine en la que proyectan Critters (id, 1986) y mirando hacia el cartel dice: -“Ah!!¿Cómo pueden inventar cosas tan absurdas?...”, mientras se aleja, al parecer, indignada. Este discurso autorreferencial, define a la perfección aquello que pensaban muchos productores, que financiaban el cine para adolescentes en la década de los ochenta. Salvo en contadas excepciones, este tipo de productos no solían contar con un gran presupuesto para plasmar todo el imaginario que requería la narración. Las Tortugas Ninja tampoco pudieron presumir de ello (sólo hace falta ver su puesta en escena), aunque la gran popularidad que cosecharon, fue debido al carisma que desprendían los personajes antropomorfos que dan título al film. Unas criaturas diseñadas por la factoría de Jim Henson, creador entre muchos otros de los Fraggle Rock, Barrio Sésamo o Dentro del Laberinto, consiguiendo dotar a Raphael, Donatello, Michellangelo ,Leonardo y al maestro Splinter, una apariencia casi orgánica. Meritorio también, el trabajo del director Steve Barron , artífice de otra “joya” de los noventa titulada Los Caraconos (Coneheads,1993), que supo captar a una generación de críos poco exigentes, deseosos de ver en la gran pantalla las aventuras de los superhéroes que habían leído en los cómics. Y es que nadie sensato presagiaría que cuatro tortugas con nombres de artistas del Renacimiento y lideradas por una rata, tuvieran su momento de gloria. Un éxito que convirtió un proyecto independiente en uno de los filmes más exitosos que se hicieron en los Estados Unidos aunque años más tarde surgieran dos secuelas que acabarían enterrando aquel interés.


jueves, 9 de junio de 2011

La Trilogía "Scream": Un viaje por el cine de terror, por Gerard Fossas, alumno de Master de Crítica, Análisis Cinematográfico y Teoría del Cine


La trilogía “Scream”: Un viaje por el cine de terror

La trilogía “Scream” ha sido clave en el resurgir del cine de terror que se ha vivido en la última década. La serie creada por Wes Craven y Kevin Williamson supuso una reorientación del género gracias a una fórmula que combinaba horror, humor y un profundo respeto por las películas de miedo las anteriores tres décadas, sin una panoramica del cual sería imposible entender lo que “Scream” representa.

El cine de terror moderno vivió su apogeo a finales de los 70 y a principios de los 80, gracias sobretodo al éxito rotundo de “Halloween” (John Carpenter, 1978) y “Viernes 13” (Sean Cunningham, 1980). Ambas películas fueron artífices de la reorientación de un género tradicionalmente dirigido a un público minoritario y adulto, pero que a partir de entonces se convirtió en un foco de atención para el mainstream adolescente, unos jóvenes que encontraron en el miedo seguro que proporcionaba el cine de terror una forma de escapismo, una diversión jocosa y un tipo de cine estrechamente vinculado a la cultura popular con el que podían identificarse.

El carácter crítico del slasher se empapaba de los miedos reales de la sociedad en contexto de Guerra Fría y convulsión social, en una época en la que las noticias entorno a asesinatos, secuestros y violaciones estaban a la orden del día. El cine de terror era, de alguna forma, un asalto al costumbrismo conservador que yacía impávido ante los peligros existentes, vendiendo una falsa seguridad que autoengañaba a unos e incomodaba a otros.

Por esto, ver a Michael Myers, a Jason o a Freddy Kruegger como dioses castigadores, asesinando los jóvenes inconscientes refugiados en el sexo y/o las drogas, a directores de escuela estrechos de miras, tiñendo de sangre las casitas blancas con jardín y destripando a los seguidores de lo políticamente correcto, era una moraleja de que el ser humano sin inquietudes ni espíritu combativo era el verdadero enemigo.

La alta rentabilidad del género de terror, por sus bajos costes de producción, el éxito casi asegurado, junto con avances técnicos como la irrupción del vídeo doméstico (que abría un mercado de películas para el videoclub); propició una sobreexplotación desmesurada del cine de terror y serie B. A finales de los 80 y principios de los 90 las secuelas de clásicos salían de debajo de las piedras, completamente alejadas del producto original: Jason había resucitado ya 20 veces, a Freddy se le habían encogido las garras y Michael Myers ya ni siquiera iba tras su hermana.

En las nuevas películas abundaba la producción descuidada, los títulos absurdos y el autismo interpretativo. Con el fin de la era Reagan y la Guerra Fría, EEUU vivía en una paz social en la que el cine de terror no encontraba su sentido ni su lugar.

Scream, el cine de terror posmoderno

La llegada de la posmodernidad dispuso un nuevo lecho done el cine de terror se podía asentar. La reformulación de los géneros, muchas veces a través del humor, y recursos como el metalingüismo, la citación de referentes, el homenaje, la parodia o el pastiche abrían un mundo de posibilidades nuevo para el cine para crear algo nuevo a partir de lo que ya existía. Por primera vez, los creadores (productores, guionistas, directores, etc.) tomaron consciencia de la existencia de un público que había mamado cine y al que no se le podía sorprender si no se creaba algo nuevo teniendo en cuenta sus experiencias.

Wes Craven es un gran conocedor del cine de terror y un tipo inteligente, y supo jugar a este nuevo juego. Tantos años de explotación y repetición generaron unas reglas no escritas, conocidas por creadores y público, que se repetían en las películas de terror. “¿Por qué bajas al sótano si sabes que el asesino está ahí?” es algo que todos pensamos cuando vemos una película de terror, de la misma forma que todos sabemos que el que dice “vuelvo enseguida” acabará colgado de la pared con un cuchillo en el cuello.

La grandeza de “Scream” es la autoconsciencia con la que está planteada. El director sabe que hace una película de terror, el público sabe que ve una película de terror y los personajes saben que están en una película de terror, conocen las reglas y, aún así, mueren. Kevin Williamson, guionista del filme, juega con los tópicos del género sabiendo que todos los conocemos y condiciona la capacidad sorpresiva de la película a la previsibilidad aparente que esto implica.

Craven y Williamson plantean una película de terror slasher estructuralmente formal pero rompiendo o respetando las reglas intrínsecas a su antojo, generando el miedo (y la risa) gracias a la demolición de los principios establecidos a lo largo de los últimos 30 años para, de esta forma, sorprender de nuevo al espectador con algo, paradojalmente, tan familiar como genuino.

Un juego metacinematográfico y transcinematográfico

En el fondo, la saga “Scream” es jugar al cine de terror y cada una de las películas que hasta el momento forman la trilogía abordan un tema específico entorno a éste. La primera parte es un trivial cinematográfico entorno al cine de terror moderno en el que los personajes que conocen los referentes básicos (“Halloween”, “Viernes 13” y “Pesadilla en Elm Street” al frente, ya que se llegan a citar de una u otra forma hasta 16 títulos distintos) y las reglas del cine de terror, pueden llegar a sobrevivir. Además de las menciones y otro tipo de homenajes, como el hecho significativo de que cada asesinato está inspirado en muertes de slashers anteriores, hay que subrayar el hecho significativo que Sidney (Neve Campbell) sobrevive a pesar de pasarse el filme rompiendo todas las reglas posibles, lo que supone una rotura de los rudimentos del slasher convencional y una irrupción a un nuevo universo metalingüístico en el que realidad y ficción se miran de frente toman consciencia la una de la otra.

“Scream 2” aborda esta cuestión desde la primera secuencia, en la que una pareja es asesinada por Ghostface durante el estreno de “Stab” (la película basada en los hechos ocurridos en la primera parte). La imagen de la chica, Maureen, muriendo desangrada a la vista de todos encima del escenario con la película (en la que Ghostface está blandiendo su cuchillo) proyectándose sobre su cuerpo, es la metáfora visual perfecta para una segunda parte en la que la ambigüedad cobra fuerza y la trascendencia transcinematográfica del filme alcanza su punto más álgido.

“Scream 2” es una de esas secuelas que superan su predecesora (un debate que se produce en una clase de cine durante la película) porque va más allá del sentido homenaje y propone un discurso marcadamente irónico sobre la cómo afecta el cine de terror a la sociedad. Está llena de referencias a la cultura basura y la cultura popular, devuelve los golpes que históricamente ha recibido el cine de terror (por hacer apología de la violencia, por corromper la juventud, por machismo u otras memeces varias) con audacia y, además, juega a ser una secuela elaboradamente torpe y paródica que constantemente hace equilibrios con la sorpresa y la más estricta continuidad (dos formas básicas de secuela), hasta el punto que todos podrían ser los asesinos porque todos dan muestras evidentes de ello.

El cierre de la trilogía quizá sea el más desafortunado de los tres títulos, aunque las intenciones que demuestra son loables. El tema central de “Scream 3” es la fusión total entre ficción y realidad, coincidiendo los hechos de “Scream 3” con los de “Stab 3”, cuyo guión es la hoja de ruta que sigue el asesino “real” para elegir a sus víctimas. Paralelamente, Kevin Williamson y Wes Craven aprovechan para moverse por los entresijos de la industria hollywoodiense y criticar sus cloacas, esta vez con moderación y poca creatividad (cómo se nota que tienen que comer…), dos adjetivos aplicables a la película entera que, en esta ocasión, ni siquiera se preocupa de hacer malabarismos con los tópicos y que termina siendo una tercera parte al uso, con todo el componente vulgar que esto implica.

miércoles, 8 de junio de 2011

Placer culpable: Pretty Woman Por Elena Mellado, alumna del curso de Crítica, Análisis Cinematográfico y Teoría del Cine


Edward: – ¿Qué ocurrió cuando el Príncipe subió a la torre y la rescató?

Vivian: – Que ella le rescató a él.

Bruno Bettelheim, en su obra Psicoanálisis de los cuentos de hadas nos explica que los cuentos populares son alimentos para los niños porque estimulan su fantasía y cumplen una función terapéutica al reflejar sus experiencias, pensamientos y sentimientos.

A través de los siglos, y al ser repetidos una y otra vez, los cuentos se han ido refinando y han llegado a transmitir, al mismo tiempo, sentidos evidentes y ocultos; han llegado a dirigirse simultáneamente a todos los niveles de la personalidad humana y a expresarse de un modo que alcanza la mente no educada del niño, así como la del adulto sofisticado.

Quizá ahí radique el éxito de Pretty Woman (Garry Marshall, 1990). Pocos pensaron que el cuento de La Cenicienta adaptado a una prostituta llegaría a ser el paradigma del éxito comercial del cine moderno. Pretty Woman arrasó en todos los cines, encumbró a su pareja protagonista, Julia Roberts y Richard Gere, y se convirtió en la película preferida de miles de jóvenes de todo el mundo.

¿Cuál es el secreto? Érase una vez un cuento.

Vivian es prostituta y al mismo tiempo es la “virgen” que de niña soñaba con ser rescatada de su madrastra; Edward un gran empresario neoyorkino conquistador de bellas mujeres.

Sin hacer nada especial para que el milagro ocurra, como en el cuento de La Cenicienta, Vivian tiene una oportunidad. Así, también sufre esa metamorfosis que se manifiesta en la secuencia central de la película en la que se va compras. Mientras suena el tema musical de Roy Orbinson, la protagonista se convierte la Cenicienta, pasando de ser el objeto del deseo al fetiche deseable; superando los desprecios de sus hermanastras, las dependientas de boutiques, y ayudada por su hada madrina, el director del Beverly Wilshire.

El relato conduce a Edward a formar parte de un escenario heroico de cuento de hadas en la escena final del beso en la escalera. Él es capaz de superar su miedo a las alturas y salvar a la mujer elegida para amarla con esa clase de amor que, como decía Freud, al no exigir "igualdad", "rompe los lazos colectivos de la raza, la nacionalidad y la clase social y lleva así a cabo una importantísima labor de civilización.

Y así, Pretty Woman consigue seducir público a través del ensueño, situando al espectador sentado con las piernas cruzadas frente al fuego, escuchando atentamente:

Bienvenidos a Hollywood ¿Cuál es sueño?

Todo el mundo viene aquí, esto es Hollywood. Tierra de sueños:

unos se hacen realidad y otros no, pero sigan soñando.